No se grita por enojo…

El grito es la voz de un dolor antiguo que no supimos expresar.
A veces creemos que gritamos porque estamos enojados.Porque el niño no obedece. Porque la situación nos sobrepasa. Porque “ya lo dijimos mil veces” y no nos escuchan.
Pero la verdad más profunda es que no gritamos por enojo… Gritamos cuando el dolor se acumula y no encuentra otra salida. Cuando las palabras no alcanzan, cuando no hay escucha ni espacio interno para sentir, entonces el grito aparece como último recurso. No es un estallido de carácter… es la explosión de un dolor que nunca fue nombrado.
Gritamos cuando nos desborda la herida antigua.Cuando el presente nos conecta, sin darnos cuenta, con la niña o el niño que fuimos y que tampoco fue escuchado. Gritamos porque estamos solos emocionalmente. Porque nadie nos sostuvo cuando más lo necesitábamos.
Ese grito, que a veces nos asusta o nos hace sentir…